En algún punto entre mi niñez y adolescencia, aprendí a discernir entre la verdad, la fantasía y la mentira, sin embargo, me confieso (con la verdad por delante) y les cuento que hasta no hace mucho tiempo decidí que no volvería a decir ninguna mentira por mucho que la misma me sacara de algún lío.
Siempre fui muy franca y sincera en cuanto a responder alguna pregunta referente a ¿Cómo me queda el vestido? ¿Hiciste la tarea? ¿Me quieres?... no recuerdo haber optado por mentir ante alguna inquisición, viniera de quien viniera y fuese del origen que fuese, aún sabiendo que mi respuesta podía traer resultados no muy agradables...
Sin embargo, disfrutaba inventando historias, creo que al principio del blog comenté que cuando era novia de Mi Ciclista, por puro deporte le conté que era adoptada y que el hermano de mi madre era mi verdadero padre, si me preguntan para que ó porque inventé semejante safarancho, les diré que no sé, simplemente estábamos charlando y se me hizo divertido, por supuesto al día siguiente cuando le dije la verdad, el hombre estuvo considerando seriamente invitarme a un manicomio, por lo que opté por no seguir en esa línea, al menos con el...
Con la edad fuí perdiendo el hábito, hasta que hace unos años, me topé con un serio problema ocasionado por mis faltas a la verdad, y decidí que bastaba de contar cuentos, y ahora que soy madre de tres niños, el ejemplo arrastra así que no más fantasías, mentiras, ni nada... el tema es, que si quiero contar cuentos... mejor escribo una historieta y reservo mi vida real a la verdad absoluta.
Por cierto, todo cuanto han leído en este blog, excepto los poemas, es 100% verdad... ¡Ah que si!